sábado, 11 de diciembre de 2010

Agua del molino de nadie

 

Hay un viejo refrán que refleja muy bien lo que sucede en este momento en nuestro país y es: “Cada quien jala agua para su molino”.

No voy a subestimar la inteligencia de nadie, pretendiendo explicar lo que a todas luces tiene sentido. Lo interesante es ejemplificar las posturas de cada una de las partes involucradas para darse cuenta quién tiene el agua y para qué molino es que se destina. La respuesta en este caso también es evidente.

Mientras Mel y Pepe Juegan landa, el tiempo pasa y las decisiones importantes se siguen postergando, alegando la necesidad del reconocimiento internacional por un lado; o la posible violación a la integridad física del depuesto mandatario, por el otro. Resultado: Parálisis por análisis.

¿Estamos a conciencia dejando pasar otros cuatro años, sin hacer NADA?¿Tenemos alguna noción de lo que implica desde el punto de vista financiero, cuatro años de tiempo desperdiciado?¿Cuánto nos va a costar hacer lo que tenemos que hacer en este momento en Infraestructura, Salud y Eduación, dentro de cuatro años más?¿Qué va a pasar en el país si Nicaragua decide contruir el puerto de Monkeypoints y un canal interoceánico?¿Ya estamos resignados a convertirnos en la cenicienta de Centroamérica?

Algunos (algunas personas en la actual cúpula del poder, para decir las cosas claras) comenzarán a “jalar” agua hacia el molino de la privatización, obviamente, debido a que sus intereses están del lado de “vender” empresas estatales “que no son rentables” a manos privadas que, con el toque de una varita mágica, comenzarán a reportar utilidades multimillonarias en poco tiempo.

Algunos ejemplos históricos (para los que tienen mala memoria) los constituyen las bandas de telefonía celular (Hondutel se declaró, en su momento, completamente incapaz de gestionarlas), la administración de los aeropuertos y la contratación del servicio de medición eléctrica.

Luego está el molino de los contratos de emergencia. En el momento que dicen que no hay dinero para pagar algo, ocurre una desgracia: se cae un puente, se raja una represa, viene una epidemia de la más reciente bacteria o virus de moda y (otra vez, por arte de magia) aparecen fondos para gastar cinco o seis veces lo que se necesitaría para hacer la misma tarea, en el momento correspondiente.

Y nosotros permitimos (aplaudimos) el desfile de millones y millones que vemos pasar cómodamente sentados, en las distintas emisiones noticiosas de uno u otro bando.(Aquí no puedo hacer otra cosa que preguntarme ¿POR QUÉ?). No puedo dejar de concluir que somos pobres por que permitimos que nos pasen por encima, por decirlo de una manera graciosa y elegante.

Personalmente yo ya llegué a mi propio límite de tolerancia. Si la democracia es la que permite que se sigan cometiendo estas barbaridades, pueden dejar de contar conmigo para llevar agua a sus molinos. Yo ya no juego.

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