sábado, 29 de septiembre de 2012

Política y Desarrollo Urbano

¿Qué pasa cuando se deja que los interes particulares de los políticos determinan las decisiones de carácter técnico que deben determinar el desarrollo de una ciudad?

Los hondureños tenemos serios antecedentes a la hora de erigir ídolos, al punto que cualquier psicoanalista que le entienda al trámite, se preguntaría inmediatamente qué clase de patrón compulsivo estamos condenados a repetir.

 De acuerdo con mi amiga, la Arquitecta Karina Mejía, "...Tegucgalpa ya había sido declarada capital ed Honduras en 1849, durante la administración de Juan Lindo. Sin embargo, este nombramiento no tuvo efecto práctico. En 1880 el presidente Marco Aurelio Soto (1876-1883) decreta el traslado de las funciones de capital  política de Comayagua a Tegucigalpa".

Basta decir que el emplazamiento de Tegucigalpa la hacía menos susceptible a las guerras civiles, pero tengo que diferir en que el motivo real haya sido multicausal. Más apunta a los deseos de Marco Aurelio Soto de vigilar de cerca sus intereses en la Rosario Mining Co., a la cual le había concedido contratos de explotación sumamente favorables (Algo así como lo que está sucediendo con las ciudades modelo).

A finales de la década de 1950, Ramón Villeda Morales establece un plan de "Reforma Agraria", que como todas las legislaciones de nuestro país, no se hizo a prueba de hondureños. El resultado de esta desastrosa legislación, que ahora su hijo evoca para apuntalar su postulación presidencial, puede constatarse en el inaudito incremento de la tasa de crecimiento de la población de la capital en el período intercesnsal 1961-1974.

Durante una dictadura militar, siendo Alcalde de Tegucigalpa el también ex-jefe de la Dirección de Urbanismo, Arq. Henry Merriam, se completó el diseño y construcción del Bulevar de las Fuerzas Armadas, eje principal del tráfico capitalino durante los próximos 40 años, y se concluyó también (circa 1974) el diseño del anillo periférico de la ciudad de Tegucigalpa, mismo que hasta el presente, casi 40 años después, no ha podido ser concluido.

En los sucesivos períodos de la historia "democrática", primaría el establecimiento de asentamientos humanos, alentados por invasores de oficio y avalados y permitidos por las diversas autoridades capitalinas y del gobierno central, en toda la periferia del casco urbano de la ciudad, de manera caótica y sin contar con algún sentido o creiterio técnico.

El resultado de este caos ha sido el incremento de la población vegetativa, incrementado por una considerable migración del área rural al campo, lo que a su vez ha impuesto una enorme presión sobre la prestación de infraestructura, servicios públicos y la seguridad ciudadana.

A finales de 1980 y principios de los 90, Tegucigalpa contaba con un Plan Maestro de Agua y Saneamiento que lleva a la fecha un desfase de 15 años, por lo que hemos ido arrastrando un déficit de agua potable equivalente al volumen de una pila de agua casera por segundo, solamente para mantener abastecida con la dotación mínima a la población. Nada mejor que una necesidad básica para establecer promesas de campaña.

Ahora está de moda nuevamente la modernización del sector transporte con el infame proyecto del Transmetro 450 y el traslado del aeropuerto de Tegucigalpa a Palmerola. Las soluciones que se presentan en estos casos no sólo son deficientes desde el punto de vista técnico, sino que obedecen (al igual que el traslado de capital a Tegucigalpa) al orden de los intereses de los negocios de nuestros políticos de turno.

Septiembre, el llamado mes de la patria, ha servido para concluir que el concepto de República Bananera está  al día de hoy y cerca de 100 años después de su creación, más vigente que nunca.

Que no sirva una emergencia o el miedo para justificar decisiones que deben ser respaldadas por un informe técnico. No hay intención de resolver los principales problemas de la capital. Los políticos viven de la necesidad de la gente y de nuestra apatía, sumisión y nuestro miedo a la Libertad.

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